lunes, 21 de septiembre de 2009

Eduard Punset como ejemplo de humanismo del siglo XXI

No hay más que mirar alrededor para intuir que en España sigue vigente lo del "que inventen ellos". Para mí, al menos, es incocebible una sociedad del conocimiento cuando los alumnos de la facultad de Periodismo no leen periódicos, o cuando uno de cuarto de Derecho pregunta quién es Keynes. ¿Cómo no van a perder alumnos carreras tan duras como Matemáticas, Física o Química? La ley del mínimo esfuerzo, junto a la falta de perspectivas profesionales tras carreras de tanta dedicación, hace que cualquier campaña de I+D+ i resulte para muchos una broma de mal gusto.

Hace unos meses, en Granada, tuve oportunidad de ver algo alarmante: ingenieros en telecomunicaciones, físicos, matemáticos, y otros licenciados en carreras complejas, cursaban el Curso de Adaptación Pedagógica para sacar las oposiciones de instituto, desesperados con los sueldos miserables en la empresa privada, desengañados tras tantos años de esfuerzo. Si son pocos los estudiantes y no hay trabajo para ellos, ¿para qué crear una demanda de empleo para una oferta que no existe?

La escasez de vocaciones científicas en España es fruto, como casi todo, de muchos factores. Por un lado la entronización incomprensible de las letras como la savia del hombre culto, un desdén de éste por la técnica, y el poco exigente modelo productivo español. Desde el instituto se ve claro: mientras los alumnos que escogen Ciencia cursan filosofía, historia y lengua, los alumnos de letra se conforman con unas matemáticas edulcoradas. Pero, da igual, ellos son después los que llevan la etiqueta de cultos.

El tan mentado cambio de modelo productivo, de uno poco competitivo a uno de alto valor añadido basado en el I+D+i debe pasar, primero, por prestigiar la ciencia, concederle la importancia -también mediática- que tiene, apoyar a las facultades en su oferta de estudio, y saber retener con puestos bien remunerados a los que quieren trabajar en España, pero no sólo a las grandes figuras. Por este orden.

La ciencia ha encontrado en Eduardo Punset a su mejor asesor comercial. Desde su ya mítico programa "Redes", hasta sus conferencias, pasando por todos sus libros, su labor incansable para que la ciencia sea considerada algo consustancial a nuestra vida, para que traspase el alicatado frio de un laboratorio, es encomiable, y debiera ser reconocida.

Es difícil de calcular pero sería interesante saber a cuánta gente ha llevado indirectamente Eduardo Punset a las carreras más duras. Creo que se le queda estrecho el traje de "divulgador", como si esta definición lo enmarcara en la atalaya del que da a conocer sin otra consecuencia. Por el contrario, las vocaciones que ha creado y su incansable labor a sus 73 años y tras haber sufrido un susto grande de salud, lo convierten para mí en un referente del mundo que viene. No hay que olvidar que Punset es economista y abogado, que fue ministro de Asuntos Europeos o corresponsal de The Economist, y que es posteriormente cuando, apasionado por la ciencia, da el salto a la divulgación que tanto le ocupa hoy. Por tanto, es un hombre que huyó de el encasillamiento laboral, que supo y quiso reciclarse, que lo hizo con mucho esfuerzo, que ha trabajado en campos tan diversos como apasionantes (el verdadero humanista) sin sentir que por especializarse en algo debía desdeñar lo otro. La formación continua de Punset no es papel mojado ¿No es esa actitud parte fundamental para una sociedad moderna? Por otro lado, sobrepasar en ocho años la edad de jubilación y viajar por el mundo ilusionado entrevistando a científicos, ¿no es mejor que obligar a alguien a jubilarse? ¿No debería elegir también el trabajador por cuenta ajena cuándo se retira? Quizás si así fuera no debería ni siquiera plantearse el debate de ampliar la edad de jubilación.

Eduardo Punset es, para mí, el mejor ejemplo de "viejo joven", dispuesto a aprender -y a "desaprender", como él reclama- y a mantener la curiosidad infinita por las cosas. Referente ineludible, creo que "más temprano que tarde" comprenderemos la importancia de su labor. A muchos nos enseñó dónde estaban los anaqueles con los libros de ciencias en las librerías. Desde luego, todos los suyos me parecen imprescindibles.

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